Era agosto de 2021, y mi abuelita tuvo una de esas complicaciones de salud que la mantuvieron hospitalizada por varios días. Aunque mi familia y yo nos turnábamos para acompañarla, por la flexibilidad de mi trabajo, yo era quien pasaba más tiempo a su lado. En ese momento, ya había comenzado a estudiar varios aspectos de la alimentación y el estilo de vida, y recientemente había terminado mi primera formación como coach (no me gusta el término, pero es lo que hay).
Además de acompañar a mi abuela, uno de mis objetivos era protegerla, no tanto de su enfermedad, sino de los “cuidados” y decisiones de la clínica en relación con su alimentación. Creo que todos los que hemos estado en una situación similar nos hemos escandalizado al ver la cantidad de azúcar que pueden suministrar a un paciente durante el día. En mi caso, podía contar hasta cinco vasos de jugo al día: dos “alimentos” que parecían postres a base de avena y soya, una compota para la noche y tres porciones de gelatina que acompañaban las comidas principales, que era principalmente crema de pollo de una marca muy popular.
Todo esto formaba parte de su “dieta especial”, una dieta popularmente conocida como dieta blanda que, en términos prácticos, se reduce a alimentos de consistencia suave o ligera, fáciles de masticar o incluso de tragar sin masticar, recomendados para personas con ciertas condiciones de salud: preparación o recuperación de un procedimiento médico, hospitalización, o enfermedades neurodegenerativas que dificultan la deglución, como era el caso de mi abuela.
Siempre tengo una buena lista de preguntas para todo, y las primeras que se me vienen a la mente en este caso son: ¿a quién se le ocurrió asociar dieta blanda con toneladas de azúcar? ¿A quién se le ocurre que los pacientes, ya con su salud comprometida, necesitan altas dosis de azúcar diariamente, algo que solo va a empeorar su situación: retrasar o impedir la recuperación, provocar un desastre metabólico y fomentar la adicción, la ansiedad y la depresión típicas de la abstinencia cuando no se consume azúcar por unas horas?
Y además, ¿a quién se le ocurre que las comidas deben ser cinco o más al día, en un ambiente artificial, donde las luces nunca se apagan… donde siempre es de día?
Todos sabemos las respuestas, y también las razones.
Sabía que la enfermedad de mi abuela no tenía reversa y que, al contrario, cada día empeoraba. Aun así, hice todo y más para evitar que esa cantidad de veneno llegara a ella. Creo que cuando estamos en situaciones así, todos nos volvemos ingeniosos; en mi caso, encontré la manera de camuflar —por decirlo de alguna forma— comida real en mi ropa para que, por lo menos, pudiera estar bien alimentada a pesar del entorno en el que estaba. Mis alimentos estrella fueron: huevos y, sin dudarlo un segundo, caldo de huesos.
Claro, también tenía una opción dulce para ella. Mi abuela era una persona de mucha edad, con una enfermedad neurodegenerativa que la hacía complicadita para comer. Así que recurrí a algunos trucos para darle gusto sin hacerle daño. Aquí puedes ver mis opciones.
Ojalá no tengas que vivir esa situación. Es difícil y triste. Y si la estás viviendo, lo que puedo aconsejarte de corazón es que te mantengas alejado del azúcar, en cualquiera de sus formas y bajo cualquiera de sus nombres y presentaciones. Busca opciones que sean adecuadas para ti, que te permitan una recuperación real, un tratamiento exitoso o, en general, alcanzar el objetivo que persigues. Esfuérzate por conocer tu cronobiología y sincronizar tu alimentación con los ciclos del día y de la vida.
Todo llega a su momento. Desde entonces, supe que hablaría de la dieta blanda desde otra perspectiva; por supuesto, de la mano de uno de los alimentos que transformó mi vida: el caldo de huesos y que fue mi mano derecha en el cuidado de una de las personas más importantes de mi vida.
Esta experiencia con mi abuela fue, en gran parte, lo que impulsó mi compromiso con una alimentación más real y consciente. He tenido claro que mi misión es ofrecer una alternativa natural y efectiva para las personas que, como mi abuela, necesitan de una dieta blanda que verdaderamente las nutra y las acompañe en su proceso de sanación.
Te invito a replantearte lo que significa una dieta blanda y a considerar una alternativa que nutra realmente. Evita el azúcar, conoce los ciclos naturales de tu cuerpo y opta por alimentos que estén alineados con una recuperación integral y sostenida.
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